A medianoche
pensé en las palabras, y si se piensa en las palabras, apretando los ojos, y se
pone a pelear la idea con la hora que se acerca, rompe un torbellino que duelen
los párpados de tenerlos apretados, hasta preguntarnos:
¿por qué no los abro?
Por qué
me resisto a ocupar la hora con otro propósito y no me permito quitarle un poco
de trágico, al no descanso
Mirar la
ventana, la cortina, mientras aprieta, que salta
¿cómo estar
mirando la cortina a las dos de la mañana?
O ligarse
a totora que siempre fue junco de rayos que se estampan
trasluz
de aquello que vemos como nuestro
orilla que
quisiera festejarnos de luna
mientras
el andamiaje de lo aprendido no viene sino a imponerse en largo de mantis
a la
primera idea, la que se tiene cuando nos
acostamos
Dormir.
Cerrar
los ojos y rumiar lo claro que parece haber quedado
me haría
falta un ventanal a la noche.
¿Tendrán
los escritores un ventanal a la noche?
Tal vez
eso falte para discernir lo limpio de lo ripiado
aun
sabiendo que no hay quien se pare detrás de un rectángulo a llorar
y que se
llora donde a una la encuentra el llanto, en la calle, en la mesa, en la cama,
por ahí, pero no en un ventanal,
aunque tenga
esa cortina de armonía, la imagen de querer pararnos, detenernos, ser sueño crepitarnos a novelón, que no es tal, sin ella...
Lo malo
sería el vicio, fumaría uno tras otro, sin que me impregne el humo
…fumaría mucho con mi camisón de gasa, rozando
suavemente el piso,
el cigarrillo sostenido por unos dedos largos,
afinados, la cabellera acomodada ...
No! Esa
sería una actriz italiana, en una película con Marcello.
Un
escritor.
Un
escritor estaría haciendo semicírculos con su sillón y en calzoncillos, los
pies descalzos, guardando el cuidado de tirar la ceniza en el cenicero,
metódico el tipo. La máquina reflejando esa sola luz en el ambiente y él sin
mirar, con los ojos puestos, pero sin mirar, a lo H. Bogard...
No, no, eso sería un investigador en un
thriller cualquiera.
Acurrucada.
Una poeta
acurrucada en el piso, con el cigarrillo yendo y viendo de la boca
aceleradamente, y pausa,
ojos a
punto de aspereza, queriendo ver que hay
ahí, en las sombras, detrás de la ventana y entre matas, despeinada, estirando el flequillo que quiere
taparnos la vista para despejar la frente de todo prurito y olvidar
en un
segundo, la noche, la carga, el jazmín
lila
el
alambrado de los vecinos las paredes
que
deberían morir, todas morir hasta ventilarnos sin marco
un
ventanal lleva expropiados
pero en el
cabeceo soñé,
y estirando los brazos sobre las rodillas, vino el muchacho del día
o el
hombre, era él, estaba, yo quería, pero ya abrí los ojos y no rescato el sueño,
caí otra
vez despierta
de estar tensa
rato y rato apretando persianas como si fuesen a pegarse
pesadas,
en hilos que acometen
¡Qué
maravilla que el cuerpo se independice como plomo!
El cuerpo
es tan independiente de nosotros que da miedo pensarlo, quizá, se defiende.
Finalmente
no pude pescar el alba, debo haberme dormido entre tanto trajín y cuando sentí
el cuerpo tibio ya estaba amaneciendo.
Después,
comencé el día en el lugar común: -a saber- todos los días comienzan, hayamos dormido o no, sigamos con los sueños
o no, pero un ventanal a la noche
Sería bueno, que se presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario