Sonó
mensaje. Estas eran las líneas:
“Estamos
bien
te
veré, te extraño”
Curiosa
por el “estamos bien”, recurrí a las opciones.
Número
desconocido, prefijo buenos aires.
Inmediatamente
caí en la cuenta de que alguien se había equivocado.
Elegí
la opción responder y escribí:
“Quién
sos ¿Error? ”
Y
el “error” fue con signo de interrogación para dejar abierto el diálogo.
Eran
las once cuarenta de la noche, no respondió.
Para
enredarme un poco, por despuntar la vieja costumbre, supuse que sería una mujer
con su hija que le escribía un mensaje a un hombre, tal vez el padre de la
niña, pero
no, no era el padre, no fue el padre de entrada, esto lo digo ahora.
Un
mensaje con característica de Bs.As. a un teléfono con dígitos de Misiones
¿Una
pareja? Podía ser.
Internet,
viaje ocasional, teléfono afanado.
Pues
la pareja estaba en el “te veré” “ te extraño”, eran una mujer y un hombre,pero
vuelvo a aclarar, si algo no tuvieron en común en mi divague, ahora que lo
cuento, lo digo con certeza, era un hijo/a.
Los
hijos no entran en estos giros, dónde el único rol que se pone en juego es el
de la condición de género. Permisos de irse a vivir una vida que no tiene que
ver con los hijos.
¿No
son los padres -genérico-, después de todo, los que se van a vivir otra vida
distinta de la de los hijos ?
Un
hombre y una mujer estaban en el “ te veré” “te extraño”, estuve convencida de
entrada en este punto, la
forma de expresarse, como si viniese de una larga meditación, resolver verla o
no verlo, entonces por qué “estamos bien”, me pregunté.
Debiese
haber sido: “estaremos bien”.
Revisé
el mensaje otra vez, lo había leído correctamente: “ estamos ...”
y
pensé en por qué no? la posibilidad de que ese “estamos” sean ellos dos y no
incluido un tercero en el viaje.
Según
la historia de los quince segundos anteriores en mi cabeza, que ya pedía
almohada, y volviendo a la teoría de que alguno de ambos debía optar un
camino, que había entre ellos una
decisión a tomar, si era “estamos”, significando o afirmando que el camino era
el que los acercaba o alejaba después de tomar la decisión y el “estaremos” ya
era un “estamos”, la aplicación sería la correcta. Siempre con el último
objetivo de estar bien los dos.
Revisé
una vez más el número, desconocido en mi haber.
Prendí
otro cigarrillo, tomé el segundo vaso de agua y me detuve en el libro de
Galeano de estridentes tapas azules,
no
me decidía, imposible seguir leyendo como si tal cosa, pese a Galeano, a que
encontraría con seguridad un verso que se acomode a mis pensamientos, no podía
salir del mensaje,
y
me plantee una vez más esto de leer tantas veces como si tal cosa,
aún
cuando el mundo se desarma, aunque la vecina
muera, seguir leyendo como si tal cosa.
Deduzco
que tengo que parar, las personas paran, lloran, se lamentan y otros siguen
leyendo, camino de eso que solemos nombrar como destino leía el mensaje transformándolo en otra lectura y por
eso no volvía al libro de tapas azules.
Me
dejé llevar por los perros aullando, el ventilador que arrastraba al aire y un golpeteo del reloj que seguía en su hora y la
noche.
Me
levanté para acostarme, bajando la cortina al ejercicio, hora de dormir con el
mensaje erróneo y la disculpa olvidada.
A
la una de la mañana sonó mensaje: “te veré,
te
extraño”.
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