Un sueño,
el
sueño como forma, un hallazgo que nos regalamos
una
chance (abierta), en la que debo apropincuarme a unos versos, como cualquier
mujer
en
ella la muchacha sufre de: impertenencia -o goza-
inmersa en un desierto de cuarenta ciclos de
vuelo
Y él,
el hombre, está sentenciado a espera.
El,
espera.
Espera
siempre la selección natural que hace la vida -el destilar-.
A veces se impone, como en un:
-
Momentito, momentito. ¡Momento señorita!...
pero con
mucho cuidado, con mucha dulzura, hasta con cierta firmeza,
no pecando nunca de intromisión - pelea que
confrontan el instinto ( ) con la evolución lograda-
Tampoco
es un amante ignorado -de ninguna manera-.
El
conoce su lugar, lo cultiva, hace alarde de ese púrpura.
Espera,
en un permanecer paciente, de amor.
Ella,
impaciente, espera..
trae al sueño eso por lo que pelea,
sin
permisos ligeros, ennoblecerse allí donde
la pasión deje vida
donde el cada uno -en el hallazgo- tenga un espacio
cierto a su locura,
pero tiene pocos sentí/metros para ofrecer.
Ella
cree que la perfección se alcanza, ese es su gran quiebre;
porque
para lo imposible hay que ponerse todo ¿no?
y ponerse
toda,
es
todo, lo bueno y lo malo
tanto, que hasta lo malo pueda verse
con ojos de nobleza.
En el
sueño inventado se espera, la esperanza recuperada,
que
ella sueñe , que él se aferre a los pensamientos infinitos ...
y lo
que tiene de bello el sueño,
es que es de dos.
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